Colombia y la proxy war

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Es impropio seguir subvalorando la amenaza y ver a las Farc como unas “ex Farc” y a las Farc de Márquez y al ELN, como “disidencias” y “grupos residuales” cuyas acciones militares podrían tener efectos limitados y de alcance “local”.

Para defender sus objetivos criminales, Maduro y La Habana, han demostrado ser capaces de llegar a niveles de violencia y crueldad abominables con los dos pueblos, el venezolano y el colombiano


 

Eduardo Mackenzie / Periódico Debate (Colombia) / 20-09-2019

No sabemos todavía qué tipo de arma fue lanzada, este 14 de septiembre, contra dos plataformas petroleras de Arabia Saudita, las más grandes del mundo. Hay, sin embargo, indicios de que fueron misiles de crucero iraníes y no drones de la guerrilla yemenita, como los medios creyeron al principio. Imágenes de satélites americanos muestran que esos cohetes fueron lanzados desde una base de la milicia shiita pro iraní en Irak. Reivindicado por Teherán, por boca del presidente iraní Rohani, quien justificó ese ataque como un “acto defensivo” de la guerrilla proiraní de Yemen, ese devastador incendio, en el que, según la prensa, no hubo pérdidas humanas, es el mayor golpe militar que haya sufrido hasta hoy la Arabia Saudita, país sunnita y aliado estratégico de Estados Unidos. Ese bombardeo perturbará durante meses el mercado petrolero y puede haber abierto las puertas de un conflicto a muy vasta escala.

Pero el objeto de esta nota no es lo que acaba de ocurrir en Abqaiq y Khurais. El punto es: Colombia debería estudiar ese grave incidente y sobre todo la génesis de las guerras por procuración, tema intrincado que los americanos llaman las proxy wars, pues no estamos lejos, desgraciadamente, de un tipo de embate de ese estilo.

La dictadura narco-comunista de Nicolás Maduro podría estar participando ya en los preparativos de una guerra a través de terceros en vista del colapso total de sus resortes, salvo quizás el militar, y de la lucha en la que se empeña Colombia por conservar su independencia y no caer en la órbita diabólica de Caracas y La Habana.

Los elementos básicos de ese tipo de guerra están en el tapete. Maduro apoya dos guerrillas colombianas cuyas jefaturas se encuentran en Venezuela, las Farc y el ELN. Varios jefes de las Farc, dirigidos por alias Iván Márquez y alias Jesús Santrich, anunciaron desde ese territorio que están dispuestos a seguir agrediendo a Colombia por todos los medios para erigir un régimen “bolivariano”. Dicen que van a emplear para eso una “nueva modalidad operativa” de lucha armada.

¿Esa misteriosa “nueva modalidad operativa” –esa fue, exactamente, la fórmula utilizada por Santrich en su arenga del 1 de septiembre–, será únicamente, como algunos estiman, poner en marcha una nueva secta fariana para instalar células clandestinas en todas las esferas del Estado y de la sociedad? Puede ser eso (el pseudo partido que dirige alias Timochenko es el embrión de esa operación) y puede ser algo peor: un nuevo tipo de guerra de desgaste, en la que tendrán a su disposición armamento de nuevo tipo incluyendo drones armados y misiles de medio alcance como los que Irán puso en manos de sus milicias yemenitas.

Esa aterradora perspectiva no es descartable. Para defender sus objetivos criminales, Maduro y La Habana, han demostrado ser capaces de llegar a niveles de violencia y crueldad abominables con los dos pueblos, el venezolano y el colombiano.

Por eso es impropio seguir subvalorando la amenaza y ver a las Farc como unas “ex Farc” y a las Farc de Márquez y al ELN, como “disidencias” y “grupos residuales” cuyas acciones militares podrían tener efectos limitados y de alcance “local”. Bogotá pidió, claro, la activación del TIAR. Pero ese mecanismo es inútil, pues en una proxy war un Estado nunca aparece como agresor directo y esa es la exigencia del TIAR. Por eso jamás ha servido para nada. Cuba agredió a más de una decena de países mientras el TIAR dormía en una gaveta.

Maduro depende no solo de su padrino cubano sino también de Moscú, Pekín y del régimen iraní. Esas potencias calculan a largo plazo su guerra contra Estados Unidos y Occidente en general y se esfuerzan para tener, al precio que sea, un enclave durable en el estratégico norte de la América del Sur. Washington dice ser consciente de ese peligro, pero su pasividad ante Venezuela está reforzando a sus enemigos más resueltos. El golpe iraní en Arabia Saudita es un llamado de atención.

La guerra por procuración es, por otra parte, más frecuente en la historia reciente de lo que se cree. El concepto de proxy war fue acuñado por Zbigniew Brzeziński (1928-2017), un politólogo americano que fue consejero en seguridad nacional del presidente Jimmy Carter. Antes y durante de la Guerra Fría hubo un tipo particular de conflicto: dos o más potencias se agreden indirectamente, empleando a otros Estados, o a entidades y organizaciones armadas de países vecinos.

El bloqueo naval de seis puertos en diciembre de 1902 por Inglaterra, Alemania e Italia (y después España, Holanda y Bélgica) para reclamar a Venezuela el pago de viejas deudas, fue una proxy war. Ese cobro violento enmascaraba un intento de dichas potencias para abolir la doctrina Monroe y reducir la influencia de los Estados Unidos en el continente. Los europeos perdieron pues la mediación del presidente Theodore Roosevelt, llevó al retiro de la armada agresora y redujo a la mitad la deuda reclamada a Venezuela, en los protocolos firmados en Washington el 13 de febrero de 1903.

Hubo elementos de proxy war en la guerra de Corea, primero, y luego en la de Vietnam. Para evitar una guerra nuclear con Estados Unidos, Pekín y Moscú, empujaron a los coreanos del Norte y a los vietnamitas del Norte contra Corea del Sur y Vietnam del Sur. Intentaron, en vano, sacar así del Extremo Oriente al llamado “imperialismo americano”.

La guerra civil en Finlandia de 1918, año en que ese país se liberó del yugo ruso-zarista, es otro ejemplo. Tras su golpe de Estado, Lenin reconoció en 1917 la independencia de Finlandia, pero bajo la mesa ordenó a los comunistas finlandeses desatar una guerra civil y poner de nuevo su país bajo el yugo ruso, esta vez comunista. Los mamertos lanzaron su agresión, pero en cuatro meses fueron vencidos por los finlandeses con el apoyo de tropas de la Alemania capitalista. La Dieta votó, en 1930, suprimir el partido comunista por haber traicionado al país. Moscú volvió a agredir con dos guerras más a Finlandia, hasta que firmó en 1947 el Tratado de París que reconoce la independencia de Finlandia. Pero ésta tuvo que cederle 43 mil km² a la URSS.

Los comunistas griegos también desataron una sangrienta guerra civil para tomarse el poder, con apoyo soviético, en 1946. Pero fueron derrotados en 1949 por los militares griegos quienes contaron con la ayuda de Gran Bretaña y Estados Unidos.

La violencia comunista desatada en Colombia desde finales de la década de 1940 fue una forma de proxy war que la URSS lanzó para tratar de quitarle a Estados Unidos un aliado clave.

Dos países comunistas protagonizaron entre ellos una guerra por procuración. Ocurrió entre 1976 y 1979. La Cambodia bajo la bota del genocida Pol Pot, apoyado por Pekín, fue vencida por el Vietnam apoyado por la URSS. Las tropas vietnamitas logran desalojar a los Khmer Rojos y “liberar” a Cambodia, la cual pasó de la órbita china a la soviética. Para vengarse, China cruzó con sus tropas la frontera norte de Vietnam en 1979. Pero los vietnamitas frenaron a los chinos y los obligaron a retirarse.

Entre 1991 y 2001, hubo una larga guerra por procuración en Europa. Moscú trató de impedir la liberación de las naciones prisioneras de la Yugoslavia comunista y perdió ante la Otan.

Teherán dirige dos guerras de este tipo: una contra Israel, a través de Hezbollah en Líbano, y la mayor contra Estados Unidos a través de la guerra de los “rebeldes” yemenitas contra Arabia Saudita. Estamos viendo en qué puede desembocar ese tipo de guerra.

¿Seguiremos contándonos cuentos optimistas en Colombia?

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