¿Es la violencia una opción en Venezuela?

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En veinte años de régimen bolivariano se han acumulado alrededor de 200.000 muertes violentas junto con una epidemia de hambruna y enfermedades sin parangón en la historia del continente, sin que nada positivo haya surgido de esta violencia.

Un eufemismo de estos mosqueteros de la ‘paz y la reconciliación’, Ramos Allup, Claudio Fermín y Eduardo Fernández, que en realidad advierten en nombre del gobierno: ¡dialogan o los matan!


 

Orlando Ochoa Terán / Venergia.org (Venezuela) – 03/05/2020

Todo esto se ha dicho antes pero nunca más actual que ahora. Sólo dos países en el mundo, Honduras y El Salvador, superan a Venezuela en la tasa de homicidios. De acuerdo al Observatorio Venezolano de Violencia en el 2019 se registraron 11.586 muertes violentas entre 0 y 29 años de edad, es decir cada día de 2019 murieron 14 niños y jóvenes de forma violenta de los cuales 6 murieron a diario por «la acción letal» de funcionarios policiales. 41% de estas muertes ocurrieron por “resistencia a la autoridad”. En 2019 se registraron en total 16.506 muertes violentas, una tasa de 60,3 homicidios por cada 100 mil habitantes. Si alguien quisiera comparar estas cifras con las de un país civilizado, el mismo año en Japón hubo 0,28 muertes violentas por cada 100.000 habitantes.

¿Tendría sentido decir que Venezuela es un país donde prevalece una violencia extrema en todos los órdenes del quehacer humano? No necesariamente. Aunque luzca paradójico la élite política de Venezuela vive en otra dimensión donde la conciliación, la paz y el diálogo son premisas para resolver los problemas del país. En este torneo de paz y conciliación entre el gobierno bolivariano y un mayoritario sector de la oposición la retórica de paz ha alcanzado niveles tan sublimes que anticipan la salida de este abominable régimen como “siempre democrática, pacífica y constitucional”.

Curiosamente, esa misma dirigencia redentora, durante casi dos décadas, ha proclamado tercamente que vivimos bajo una dictadura criminal, represiva, violatoria de derechos humanos básicos y del Estado de derecho cuyas múltiples elecciones han estado caracterizadas por el fraude, el ventajismo y la ilegalidad.

¿Qué enseña la historia?

Si en vez del Decreto de Guerra a Muerte, Bolívar hubiera proclamado una salida ¡pacífica y constitucional! como sostienen en diferentes tonos Ramos Allup, Claudio Fermín y Eduardo Fernández, muy probablemente la independencia de nuestro país se habría pospuesto o coincidido con la de Cuba y Puerto Rico en 1898 bajo la tutela de EEUU. Si en vez de Liberté, Egalité et Fraternité ou La Mort, los franceses hubieran gritado que la monarquía debería salir de manera “pacífica y constitucional”, no hubiera habido Revolución Francesa. El grito del patriota de la Revolución Americana de Independencia, Patrick Henry de ¡libertad o muerte! en la Segunda Convención de Virginia en 1785 se habría traducido en Venezuela con el falso dilema de Henry Ramos ¡dialogamos o nos matamos!  

El arqueólogo e historiador de la Universidad de Stanford, Ian Morris, en su celebrada investigación: WAR! What is it Good for? sostiene que los conflictos están indisolublemente ligados al progreso de la humanidad. En el fondo la guerra es siempre una forma de hacer el mal en la esperanza de que al final prevalezca el bien. La filosofía moral se refiere a las complejidades del “mal menor”. Desde la antigua Roma, pasando por San Agustín y Santo Tomás de Aquino, se discute la doctrina de la “guerra justa” (bellum iustum). Para Aquino la bellum iustum, se justificaba cuando se libra como una última opción, una vez agotados el diálogo y las negociaciones.

¿La paz de los sepulcros?

Por miles de años -argumenta Ian Morris– soldados profesionales, diplomáticos y estrategas han desarrollado principios del conflicto que tratan de explicar cuándo la fuerza tiene que ser usada para resolver disputas y cómo debería ser usada más efectivamente. Biólogos y otros científicos han estudiado patrones de conducta que tratan de explicar que la violencia es sólo un instrumento del que disponen los seres vivientes en sus luchas por recursos y reproducción. La obra de Morris documenta que en 10.000 años de historia han habido circunstancias que generaron conflictos productivos e improductivos. En algunos casos tan productivos que han transformado la vida humana. Con extrema violencia el imperio impuso la Pax Romana en Europa por 200 años y con esta pacificación sobrevino un desarrollo económico y cultural que creció por siglos hasta que su colapso le abrió paso, siglos más tarde, a la oscuridad de las guerras improductivas de la Edad Media.

La Segunda Guerra Mundial fue el más horroroso y sangriento conflicto de la humanidad, no obstante, los años que siguieron fueron los más productivos y de mayor progreso económico, educativo, cultural y científico en la historia de la humanidad.

En veinte años de régimen bolivariano se han acumulado alrededor de 200.000 muertes violentas junto con una epidemia de hambruna y enfermedades sin parangón en la historia del continente, sin que nada positivo haya surgido de esta violencia. Parafraseando una antigua admonición los bolivarianos han hecho del país un cementerio y a eso lo llaman paz y conciliación. Esta paradoja venezolana de una violencia criminal junto con una violencia física y moral exacerbada pudiera ser ilustrada con un ejemplo extremo. Entre 1931 y 1945 murieron 13 millones de soldados chinos y 18 millones de civiles enfrentando la invasión de Japón. Un sacrificio en gran parte responsable de la prosperidad de la China de hoy. 

La extrema violencia que sacude al país en sus propios cimientos, por alguna razón desconocida, no alcanza a los círculos del alto gobierno bolivariano y en consecuencia actúan como una manada de lobos rodeados de un gran rebaño de ovejas. Aquella admonición de Bolívar de “mueran españoles y canarios aun siendo inocentes” ha sido la mejor inspiración bolivariana aplicada a sus propios connacionales que imperturbables consentimos esta servidumbre mientras esperamos que algún país (¿EEUU?) o algunos países más fuertes y más arrechos que nosotros (¿Colombia, Panamá, Aruba, Guyana, Trinidad?) se compadezcan y en nuestro nombre expulsen de Venezuela a estos bolivarianos malucos que nos desgobiernan y que a cada rato nos advierten a través de Ramos Allup, Claudio Fermín y Eduardo Fernández ¡dialogamos o nos matamos!

Un eufemismo de estos mosqueteros de la ‘paz y la reconciliación’ que en realidad advierten en nombre del gobierno: ¡dialogan o los matan!


E-mail: o.ochoa@att.net

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