La demanda eléctrica cayó 41% pero no hay capacidad para cubrirla

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La interrupción del servicio eléctrico causó el colapso del transporte público. Foto Iván Reyes.

Los racionamientos crónicos en el suroccidente del país, así como los continuos y generalizados “bajones” en todo el territorio nacional por 33 fallas entre el primero de enero y el 5 de marzo de 2020 constituyen la prueba más tangible  del colapso del SEN


 

Edgar López / Efecto Cocuyo (Venezuela) – 07/03/2020

A un año de que Venezuela quedara a oscuras, volvieron los apagones de gran magnitud. La Asociación Venezolana de Ingenieros Eléctricos y Mecánicos (Aviem) reporta 33 fallas de transmisión entre el primero de enero y el 5 de marzo de 2020, que han agudizado los racionamientos por más de 24 horas continuas, sobre todo en el suroccidente del país, así como daños al ya deprimido aparato productivo y un mayor deterioro de la calidad de vida de los venezolanos.

Las fallas que dejaron sin energía eléctrica al suroccidente a mediados de febrero de 2020 ratifican las dos principales debilidades estructurales del sistema de generación que afectan a todo el territorio:

1) la mayor parte de la energía (entre 85 y 90%) es de origen hidroeléctrico y proviene de Guri, Macagua y Caruachi, en el estado Bolívar, de modo que las regiones del país más alejadas de la principal fuente de suministro permanecen en situación crítica y sufren racionamientos permanentes, y

2) no hay suficiente capacidad de generación local para cubrir la demanda, a pesar de que disminuyó 41,44% entre 2013 y 2019 por el descalabro generalizado de la economía venezolana.

El principal surtidor del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) es el Bajo Caroní, cuyas plantas hidroeléctricas tienen una capacidad instalada de 14.452 megavatios y una producción efectiva promedio de 11.561 megavatios. Ese gran chorro que proviene de Guayana y se distribuye en todo el país ha disminuido progresivamente hasta llegar a 6.418, en octubre de 2019, según los registros más actualizados de la Aviem. Hace un año, con los siniestros del 7 y el 25 de marzo de 2019, se perdieron 3.000 megavatios y, según los expertos, no se han restablecido.

La Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec) asegura que para finales del año pasado se habían recuperado 4.060 megavatios en todo el país, lo cual representa 11,89% del total de la capacidad instalada en Venezuela, que alcanza 34.140 megavatios. Los expertos de la Aviem afirman que, a lo sumo, se habrían desarrollado prácticas de canibalismo (uso de equipos de unas instalaciones para reparar otras) que colocan al sistema en una situación de mayor vulnerabilidad que hace un año, cuando 90% del territorio nacional quedó a oscuras y sobrevino el caos.

La región suroccidental, integrada por los estados Táchira, Mérida y Trujillo, además de Sur del Lago de Maracaibo, parte de Barinas y parte de Apure, está en la cola del Sistema Eléctrico Nacional. Allí la situación es particularmente grave, porque 91% del parque de generación local (tanto hidroeléctrico como termoeléctrico) está fuera de servicio, según registros actualizados de la Aviem. Y, para colmo, el suministro de energía que proviene del Bajo Caroní está limitado a 350 megavatios, lo cual constituye apenas 28% de los 800 megavatios que se requieren en la región, pues no existe una red de transmisión que permita un mayor aporte desde Guri, Macagua y Caruachi.

“La demanda eléctrica en la región suroccidental no puede ser cubierta en más del 30% desde el Bajo Caroní, por lo cual se requiere generación local permanente. Sin embargo, por  fallas de planificación  y falta de mantenimiento el parque de generación local opera a menos del 10% de su capacidad instalada. Y aún con la disminución de la demanda, deben aplicarse racionamientos de al menos cuatro horas diarias, que en situaciones más críticas alcanzan hasta 15 horas continuas sin electricidad”, explica un ingeniero eléctrico, cuya identidad, como la de todos los expertos consultados para este reportaje, se mantiene en reserva por el riesgo fundado de represalias por parte del gobierno de Nicolás Maduro.

La falla ocurrida el 15 de febrero de 2020 y que empeoró la situación crónica del suroccidente del país fue causada, precisamente, por los déficits estructurales en materia de transmisión de la energía que procede de Guayana, a través de las subestaciones Morochas y Acarigua.

Desde la Escuela de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Los Andes se explicó que el apagón tuvo su origen en una falla de transmisión de la energía proveniente del Bajo Caroní, específicamente entre las subestaciones Morochas (Zulia) y Buena Vista (Trujillo). El déficit no pudo ser compensado por líneas alternas, en este caso el enlace Barinas IV–Planta Páez, el cual habría servido para transferir energía desde Barinas hacia Mérida y Táchira.

“Los embalses andinos están prácticamente secos y las termoeléctricas que operan lo hacen a mínima capacidad por falta de mantenimiento y combustibles”, se acota en el reporte realizado por los académicos de la ULA.

Estado del embalse José Antonio Páez, en Mérida, a mediados de febrero de 2020. Foto Cortesía.

A la falla del 15 de febrero se sumó otra ocurrida tres días después en la subestación Buena Vista (Trujillo), que limitó aún más el suministro procedente del Bajo Caroní. En definitiva, el apagón regional, que trajo a la memoria la crisis de marzo de 2019, implicó que algunas localidades de suroccidente permanecieran sin energía eléctrica por lapsos superiores a las 24 horas continuas.

Durante los días del apagón en surooccidente, el Ministerio de Energía Eléctrica solamente reportó, a través de sus redes sociales, que el ministro Freddy Brito Maestre hizo una inspección de las labores para la restauración del servicio. Corpoelec atribuyó el incidente a fallas de transmisión, sin ofrecer mayores detalles.

¿Qué pasó en marzo de 2019?

El diseño interconectado del sistema eléctrico venezolano tiene una razón de ser muy lógica: si falla un tramo de la red, existen otras posibilidades de transmisión para garantizar el suministro. Sin embargo, si la falla ocurre cerca de la principal fuente de generación del país sobreviene un efecto dominó hacia adelante y hacia atrás.

El 7 de marzo de 2019 ocurrió un incendio de vegetación por falta de desmalezamiento del corredor eléctrico cerca de la subestación Malena, que está ubicada en el municipio Heres del estado Bolívar y es la más próxima al complejo hidroeléctrico integrado por Guri, Macagua y Caruachi. El incendio recalentó las líneas de transmisión y salieron fuera de servicio, con lo cual se interrumpió el flujo eléctrico hacia el centro-occidente del país. Pero la paralización de Malena también implicó un descontrol de los sistemas de generación de Guri, Caruachi y Macagua.

Un representante de una empresa consultora en materia de sistemas de generación, transmisión, distribución y comercialización de electricidad a gran escala se esfuerza por ofrecer una explicación sencilla: “Es como si hubiera producido un abrupto frenazo en la primera subestación del sistema interconectado. Si se paraliza Malena, no se puede procesar la energía que proviene de Guri, Caruachi y Macagua, de modo que el sistema del Bajo Caroní debe paralizarse también, porque de lo contrario ‘se funde el motor’. Eso fue lo que ocurrió. El resultado: 90% del país apagado, porque la generación local en las diversas regiones del país, mayoritariamente termoeléctrica, no fue suficiente para cubrir el vacío de generación que se produjo”.

Una familia en San Cristóbal, estado Táchira, sufre los rigores del racionamiento crónico. Foto EFE/ Johnny Parra.

El 16 de marzo de 2019, nueve días después del primer megaapagón, las autoridades del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, que encabezaron el operativo gubernamental para atender la emergencia, afirmaron: “Ceofanb asegura excelente funcionamiento en la red de suministro eléctrico”.

La fotografía que acompaña el reporte oficial corresponde al Centro Nacional de Despacho de Corpoelec, ubicado en Caracas, y revela que, lejos de haberse recuperado la capacidad de generación eléctrica desde el Bajo Caroní, para esa fecha existía un déficit de 67%. En otras palabras, la principal fuente de energía eléctrica del país estaba funcionando a 33% de su capacidad. Expertos en la materia acotan que el registro histórico promedio de generación desde el Bajo Caroní oscila entre 70 y 80% de su capacidad instalada.

Y nueve días después de que las autoridades del gobierno de Nicolás Maduro aseguraron que el funcionamiento de la red de suministro eléctrico era excelente, sobrevino un siniestro más catastrófico. El 25 de marzo de 2019 se incendió uno de los transformadores de Guri y volvió a ocurrir un megaapagón en casi todo el país. De un solo golpe, se perdió la cuarta parte de la generación efectiva promedio del Bajo Caroní. Expertos de la Aviem afirman que la pérdida no se ha subsanado.

Incendio de transformador en Guri el 25 de marzo de 2019. Foto Alba Ciudad.

Un ingeniero vinculado con la propuesta de rehabilitación del Sistema Eléctrico Nacional a través del Plan País explica lo que sucedió después, así como las consecuencias: “Por falta de equipos de respaldo, optaron por el canibalismo; es decir, trasladaron equipos procedentes de las subestaciones San Gerónimo y Yaracuy, que solo alcanzaron para aplicar paliativos. Es como  perder el caucho de repuesto de un vehículo y quitárselo a otro de la misma flota. Si en San Gerónimo o en Yaracuy llega a ocurrir una falla mayor, no habrá capacidad de respuesta en el sitio y, probablemente, la única opción será reincidir en la canibalización. A la fecha solo dos transformadores de Guri están operativos, pero a media máquina. La capacidad de conectar la generación de Guri con la generación de Macagua y de Caruachi para procesar 4.500 megavatios (1.500 por cada transformador) quedó reducida a 1.500 megavatios”.

La demanda es menor, pero la electricidad no alcanza

La encuesta realizada en diciembre de 2019 por el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP) indica que 58,8% de los usuarios valora negativamente el servicio de energía eléctrica. La insatisfacción alcanzó 81% en San Cristóbal, 80,5% en Maracaibo y 77,2% en Barquisimeto.

40% de los consultados dijeron sufrir apagones diarios, de los cuales 19% aseguraron que las interrupciones ocurrieron varias veces al día. Fueron entrevistados 6.093 usuarios en 27 municipios de 10 ciudades del país: San Cristóbal, Barquisimeto, Maracaibo, Valencia, Caracas, Barcelona, Ciudad Bolívar, Barinas, Porlamar y Punto Fijo. Sin embargo, la medición también reveló una mejoría de 3,5 puntos porcentuales en la percepción general en comparación con la encuesta realizada en septiembre de 2019, cuando el rechazo fue de 61%.

¿Por qué esa mejoría? Técnicos de tres universidades nacionales consultados por separado coincidieron en señalar que, en todo caso, se trata de una “mejoría relativa” asociada principalmente a la caída de la demanda.

“La crisis eléctrica es apenas una manifestación de la crisis económica en Venezuela, que se profundizó en 2013 con el derrumbe de los precios internacionales del petróleo y el descalabro del aparato productivo del país. Sin suficiente combustible, particularmente gas, no puede operar el parque termoeléctrico. Dicho de otra forma: se mantiene la dependencia de la energía hidroeléctrica proveniente de las instalaciones del Bajo Caroní, las cuales están profundamente deterioradas por años de desinversión y falta de mantenimiento. Y, adicionalmente, no hay capacidad de generación local a través de plantas termoeléctricas que necesitan gas”, advirtió uno de los investigadores universitarios.

La demanda eléctrica del país, que en 2013 llegó a un tope de 18.696 megavatios, cayó a 10.948 megavatios en 2019; es decir, casi a lo mismo que en 1998. Se trata de un retroceso en la prestación de un servicio clave para el desarrollo integral de un país. Lo más dramático es que aun así, con una caída de la demanda de 41,44%, actualmente no hay capacidad para satisfacerla.

Los académicos repiten una expresión: “mantenimiento no da comisión”, en alusión a las prácticas de corrupción detrás del vertiginoso crecimiento del parque termoeléctrico, pero sin una planificación integral: “Con sobreprecios y pago de comisiones ilegales, se instalaron las termoeléctricas por todo el país sin garantizar el suministro de combustible que requieren para funcionar adecuadamente. El Estado no hizo lo que le correspondía para resarcir los daños: ni rehabilitó las termoeléctricas ni sancionó a los responsables de tales prácticas de corrupción”.

En toda Venezuela existe una capacidad instalada de generación termoeléctrica de 17.812 megavatios. Sin embargo, apenas  se pueden producir 2.187 megavatios, es decir, 12,2%, por deficiencias estructurales relacionadas con el suministro de combustibles y particularmente de gas. Así lo confirma la Aviem en el reporte más actualizado sobre generación, emitido en octubre de 2019.

En Venezuela, la producción de gas está asociada a la producción de petróleo. De manera que al caer la producción de petróleo cae la producción de gas. Un experto en la materia aporta un ejemplo para comprender la importancia del suministro de combustible para el funcionamiento de las plantas termoeléctricas del país: “Termozulia tiene unidades de 150 y 170 megavatios. Para generar 1.000 megavatios tú necesitas aproximadamente 300 millones de pies cúbicos de gas. Una unidad de 100 megavatios necesita 30 millones de pies cúbicos de gas o 20 gandolas de diesel, cada una de 38.000 litros. Estos 320 millones de pies cúbicos de gas que requiere Termozulia para operar superan la capacidad de aporte de gas que tiene Pdvsa desde cualquier sitio del país hasta Zulia. No hay con qué. La razón por la cual Termozulia está parada es porque no tiene suficiente combustible para operar adecuadamente”.

Otro investigador vinculado al Plan País, abunda en consideraciones: “Para reactivar 60% de las termoeléctricas habría que entregarles todo el gas que se produce en el país. Históricamente, Pdvsa solo le ha podido aportar a las termoeléctricas 40% del gas disponible”.

Sin que las autoridades del Ministerio de Energía Eléctrica ni Corpoelec suministren información oportuna, precisa y confiable, se cumple un año del primer megaapagón ocurrido en 2019. Los racionamientos crónicos en el suroccidente del país, así como los continuos y generalizados “bajones” en todo el territorio nacional por 33 fallas entre el primero de enero y el 5 de marzo de 2020 constituyen la prueba más tangible  del colapso del Sistema Eléctrico Nacional.

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