Agenda 2030: la deconstrucción de la vida occidental

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Con relación al ecologismo que propone la ONU, el mismo que impulsa Greta Thunberg y centenas de grupos, la neurosis con que expresan sus motivos es tal, que no pocos hablan de que representan ya a una nueva religión que adora al planeta. (Flickr).

El problema no son los objetivos en sí mismos, sino todo lo que se exige hacer o dejar de hacer para alcanzarlos. Para satisfacer a las élites globalistas de las que la ONU hace de vocera


 

Raúl Tortolero / PanAm Post (Latinoamérica) – 30/11/2021

La Agenda 2030 es, para empezar, antidemocrática. Un club de globalistas decide tutelar a la población mundial, y determinar lo que deben pensar y hacer los ciudadanos en todos los países, lo que deben tomar como aceptable, como positivo para sus vidas.

Líderes de todo el mundo se dieron cita en Nueva York el 25 de septiembre de 2015 para participar en la Cumbre de las Naciones Unidas (ONU) donde avalaron la Agenda para el Desarrollo Sostenible.

Un total de 193 estados miembros de la ONU se comprometieron a adoptar el documento llamado: “Transformar Nuestro Mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, que integra los famosos 17 objetivos que son presentados con romanticismo, pero que no admiten discrepancias.

Pareciera que nadie en su sano juicio pudiera encontrar algo negativo en acabar finalmente con la pobreza, la desigualdad y la injusticia, así como en resolver el cambio climático. Pero la Agenda 2030 es, de facto, una imposición ideológica que obliga a vivir de una cierta manera.

El problema no son los objetivos en sí mismos, sino todo lo que se exige hacer o dejar de hacer para alcanzarlos. Para satisfacer a las élites globalistas de las que la ONU hace de vocera. Así, se impone un estilo de vida, un pensamiento único, y esto tiene tintes totalitarios, que hoy se ven tan acentuados debido a las restricciones sanitarias originadas por la pandemia.

Lo que están intentando implantar es un nuevo modelo de vida, pero para lograrlo primero deben buscar deconstruir todos los valores milenarios de occidente. Les estorba, por supuesto, la religión, la familia natural, los hijos, la heterosexualidad, el automóvil, el pensamiento libre, comer carne, el conservadurismo, el liberalismo económico, la educación decidida por los padres de familia.

¿Por qué? Porque el nuevo estilo de vida que proponen de forma inherente implica tener una familia pequeña o de plano no tener hijos, ser veganos o vegetarianos, asumir como un “derecho de salud reproductiva” al aborto, el adoctrinamiento en la ideología de género y pro homosexualidad, impulsar el supremacismo feminista, no usar auto sino bicicletas, no usar combustibles, aumento de salarios mínimos (aparejados con más impuestos, obviamente), y promocionar un ambientalismo donde el ser humano no es el centro, sino un animal más.

Cualquier liberal, tanto como un conservador, se preguntaría de inmediato si el Estado debe intervenir en la vida de una pareja en asuntos tan íntimos como el número de hijos que se planea tener, el tipo de educación que se da a los hijos, o la religión que se inculca.

La respuesta es que nadie debe meterse en la vida privada de los ciudadanos. Incluso los progresistas ponen mucho el acento en permitir “el libre desarrollo de la personalidad”, pero son ellos mismos los que apoyan la imposición de la Agenda 2030 de la ONU, todo un compendio progre, un ideario woke.

El aborto se promociona vendiéndolo como un “derecho a la salud”, con lo que se busca normalizar lo que en realidad es un asesinato de un ser humano en gestación, y con lo que se viola un derecho humano verdadero, el más fundamental de todos: el derecho a la vida.

El derecho de la mujer a su “libre desarrollo”, no se debería entender como sinónimo de licencia libre para abortar, pero a eso es a lo que en realidad equivale, bajo cierta hermenéutica de la Agenda 2030.

La educación que se impulsa en este acuerdo de feroz imposición no es una basada en valores religiosos o tradicionales, sino una que integra los manidos preceptos de la ideología de género, en los que se busca adoctrinar a los niños desde pequeños.

Tal vertiente educativa también está haciendo gran daño social en Estados Unidos, donde se propone en muchas universidades una visión crítica contra el hombre blanco, al que se mira como verdugo al que hoy hay que hacerle pagar por las injusticias que cometió en la historia. Lo cual es totalmente injusto, ya que el hombre blanco de hoy no es responsable de todos los crímenes que se le atribuyen a sus antepasados.

En este punto la Teoría Crítica de la Raza se ha normalizado como un revisionismo que en realidad divide a la sociedad y facilita el supremacismo negro.

En algunos países de América Latina a la Agenda 2030 para la educación se suma el supremacismo indigenista, que en nada puede abonar a la igualdad.

Cuando se habla de la “igualdad de género”, se está planteando indirectamente la deconstrucción de la masculinidad, como condición sine qua non, al tiempo que la familia natural se pone en crisis ante el “empoderamiento” de la mujer, que en realidad es supremacismo feminista.

La implantación de la Agenda 2030 en Estados Unidos y América Latina se ve acompañada del impulso en no pocas ocasiones oficialista, de agendas progresistas que van encajando de forma “interseccional”.

Las mareas verdes aborteras, el supremacismo feminista, negro, indigenista, islamista, la ideología de género, la perspectiva de género, son expresiones que alfombran la aceptación de la Agenda 2030, que preparan la mente del ciudadano promedio, y que van penetrando en las legislaciones nacionales.

Los lobbies que empujan todas estas iniciativas del progresismo internacional, son una prueba  de que la Agenda 2030 está auspiciada por las mismas élites del globalismo que están detrás de la ONU. Estamos hablando de conocidas fundaciones proaborto, y que financian a candidatos que suscriben todas estas mismas ideas.

No debería de normalizarse la “perspectiva de género”, sino la de familia. Pero además, quienes enseñan tales ideas caen en contradicciones. ¿De cuál género hablan a través del que hay que verlo todo? Los mismos ideólogos de estas izquierdas posmodernas hablan de decenas de géneros, el género es ya algo que se concibe como “fluido”, no sólido. Se puede alguien despertar con cierta autopercepción de un género y anochecer con una distinta.

Si se refirieran sólo a la mujer, entonces deberían decir: “perspectiva de mujer”. Pero aun así tal propuesta es un error, porque no es necesario ver al mundo desde el sexo. Plantear políticas públicas que sólo benefician a la mujer en asilado es separarla de su entorno familiar y esto sólo podría acentuar la división social y crear conflictos sociales.

En cuanto a las fronteras abiertas que se postula, hay que pensar en que, si bien es un derecho humano migrar, se debe hacer de una manera ordenada y legal. Hacerlo de otra forma genera conflictos para todos. En casos de emergencia se puede optar por pedir refugio temporal y asilo político más tarde.

De esta manera, no se discrimina a ningún migrante, pero tampoco se pone en riesgo la seguridad del país receptor, ni su identidad nacional, ni su economía.

Con relación al ecologismo que propone la ONU, el mismo que impulsa la activista Greta Thunberg y centenas de grupos, la neurosis con que expresan sus motivos es tal, que no pocos hablan de que representan ya a una nueva religión, una pagana, donde no hay dios, sino un planeta a adorar.

En este ecologismo radical, el ser humano es visto como un virus que es urgente detener, porque a su paso lo ha destruido todo, dejando mares y ríos contaminados, tierras estériles, aires polutos, y sobre todo, la muerte de miles de especies del reino vegetal y animal que no se podrán recuperar jamás.

Pero el platillo fuerte del ambientalismo radical, es, claro está, el tema del calentamiento global, que siempre es atribuido a las acciones u omisiones del hombre, y esa lucha se ha convertido en un gran negocio para muchos líderes que la enarbolan.

Un aspecto delirante de este ambientalismo es su carácter vegano, animalista, antiespecista y anti-antropocéntrico, todo lo cual recae dentro del marxismo posmoderno verde, que visualiza al ser humano como inferior al resto de las especies, o en el mejor de los casos, en la misma altura ontológica que los animales y los insectos. Con esto jubilan la idea bíblica de que el ser humano es superior a los demás seres vivos, en tanto que está hecho a la imagen y semejanza del Creador.

Estos ambientalistas han ya desarrollado todo un culto a los animales, a tal grado que pavimentan la normalización de la zoofilia, y de la experimentación genética trans especie, de la que gustosos estarían en generar minotauros y otros alebrijes que destruyan la imagen cristiana del hombre, junto con su dignidad, alegando la “libertad científica para experimentar”. A esta ideología le estorba el cristianismo.

El consumo de cualquier tipo de carne, huevos o lácteos, de todo producto derivado de los animales, está proscrito desde el veganismo extremo de los ambientalistas y animalistas, con lo que también buscan golpear a la industria alimenticia en todo el mundo. Lean a Peter Singer y su clásica liberación animal.

No hay que olvidar que los líderes mundiales promueven jubilar el auto a gasolina y el camión a diésel, pero ellos viajan a sus cumbres en aviones mucho más contaminantes, no en las bicicletas que añoran todos usemos pronto.

Vale la pena revisar como contrapeso inteligente y bien estructurado, a la Agenda España, de Vox, cuyo contenido de libertades, patriótico, familiar, pro desarrollo económico, y pro reindustrialización, sirve como ejemplo a seguir para todos los países de Hispanoamérica –y más allá– ante los embates del progresismo grotesco de la ONU y su Agenda 2030.


  • Raú Tortolero / Consultor político mexicano. Doctorado en Derechos Humanos. Maestría en Filosofía, Cultura y Religión. Católico, provida. Director Continental de la Agencia Católica de Noticias. Presidente en México del Movimiento Cristiano Conservador Latinoamericano. Ex Secretario de Comunicación del Comité Ejecutivo Nacional del PAN. Premio Nacional de Periodismo 2007, otorgado por la ONU en México. Analista Geopolítico.
  • Artículo publicado en PanAm Post el día 29/11/2021

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