Amuay, los gritos del silencio

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El Grito, de Edvard Munch.

Necesario es entonces cubrir la matanza de Amuay de silencio, que no haya gritos. Que los muertos entierren a sus muertos. Morir muriendo, venceremos


 

Editorial / Soberania.org – 27/08/12

La matanza de Amuay es ajena al comediante-delincuente: «Yo no fuí, fue el imperio. Esa refinería es del capitalismo salvaje (Creole Petroleum Co., 1943), ¿verdad Giordani?» Modosito y miedosito, Giordani asiente: «Si, Sr. Presidente», mientras le recita el post-capitalismo de Mészaros. «El enemigo nos asedia, Giordani. Desplegados están los batallones y las milicias. Héroes de la patria son nuestros soldados muertos en cumplimiento de su deber sagrado».

La matanza de Amuay es Tianamen, es Cambodia. Necesario es entonces cubrirla de silencio, que no haya gritos. Que los muertos entierren a sus muertos. Morir muriendo, venceremos.

Decía Bolívar: «los saberes del pueblo son superiores a los saberes de la academia, ¿verdad Hanson?» «Si, mi comandante, son superiores». «Destrúyase el conocimiento burgués, en consecuencia. Aniquílense las universidades y los centros de investigación». Decía Varsavsky: «hacia una política científica nacional, ¿verdad Navarro?» «Si, mi grantimonel, que no haya válvulas, ni instrumentación ni control.  Que prevalezca nuestra ingeniería endógena».

La matanza de Amuay tiene responsables: nuestro tropicalísimo Kin Il-Sungin eligendo de Alí Rodríguez Araque, guerrillero heróico,  y éste de Ramírez, la gaviota humanocrática.

Dicho está: nadie ha hecho tanto daño al Sector Energía venezolano como Alí Rodríguez Araque, el mariscal vencedor en la toma de la colina (2002-2003). De este infeliz personaje diría premonitoriamente Pedro Emilio Coll en su cuento «El Diente roto» (1904):

«Es un filósofo precoz, un genio tal vez. En la oscuridad de la boca, Alí acariciaba su diente roto sin pensar. Crecía su reputación de hombre juicioso, sabio y ‘profundo’ y nadie se cansaba de alabar el talento maravilloso de Alí.  Fue diputado, embajador, ministro y estaba a punto de ser coronado Presidente de la República, cuando Fidel lo sorprendió acariciándose su diente roto con la punta de la lengua».

La criminalidad de la clase política en funciones de gobierno bien reclama su Nuremberg y lo tendrá: el Tercer Reich fue un Estado fallido y lo tuvo.


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