Hermann Terstch denuncia la existencia «de un entramado de multinacionales de todo el mundo al servicio del marxismo cultural»

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"El neomarxismo funciona con los mecanismos de una programación de secta".

Se modela de tal manera a los jóvenes que es prácticamente imposible que éstos puedan aprender cosas que pudieran desmentir o cuestionar la ideología comunista aprehendida


 

Redacción / Alerta Digital (España) – 15/01/2020

El eurodiputado de Vox, Hermann Terstch, ha denunciado la existencia «de un entramado inmenso de multinacionales, de empresas semipúblicas y privadas, que funcionan en todo el mundo al servicio del marxismo cultural y sus conexiones, lavando, por ejemplo, el dinero negro de la cocaína de las FARC, y financiando el surgimiento y el crecimiento de numerosos partidos comunistas, tanto en Latinoamérica como en otras partes del mundo, incluyendo España”.

“Pero lo más importante es la dinámica de penetración cultural”, añade Hermann Tertsch. “Una dinámica que se completa con la ayuda de ese rodillo socialdemócrata, izquierdista, que ha ido, con diferentes matices, avanzando en toda Europa; se trata de un rodillo aplastante que solo tiembla ante fisuras como las que están surgiendo en países como Hungría o Polonia, y que estalla ante las brechas internas que surgen en el Sistema de la mano de partidos que no controla. Hay una tendencia general que busca la aniquilación de toda discrepancia cultural. Todo lo que tenga un mensaje de trascendencia del hombre o de sentido religioso, hay que aniquilarlo. Y para ello, los nuevos marxistas han contado con una colaboración importante por parte de la Iglesia Católica, que en una rápida adaptación al devenir de los tiempos, y tras el fulgor magnífico de presencia que fueron Juan Pablo II y Josep Ratzinger, tiene en la figura del Papa Francisco un ejemplo de cómo la penetración comunista o neomarxista en las principales instituciones occidentales se está produciendo también en el ámbito eclesiástico”.

Preguntado sobre cómo se produce esta infiltración del ‘marxismo cultural’, manifestó: «Realmente, están en todas las partes. Las universidades están tomadas, y la infiltración, como hemos explicado antes, viene ya de lejos. La educación media, en la mayor parte de los países occidentales, y sobre todo en un país como el nuestro, ha colapsado la política de transmisión de conocimientos y lo que se hace es, simple y llanamente, adoctrinamiento; las ciencias sociales son, del mismo modo, ciencias de adoctrinamiento neomarxista todas ellas, con poquísimas excepciones. Se modela de tal manera a los jóvenes que es prácticamente imposible que éstos puedan aprender cosas que pudieran desmentir o cuestionar la ideología comunista aprehendida, y por eso rechazan cualquier tipo de conocimiento o información o datos y lecturas que cuestionen o entren en conflicto con su pequeño mundo establecido. En este sentido, el neomarxismo funciona con los mecanismos de una programación de secta».

Y agregó: «Para ello, entran en juego dos herramientas fundamentales: el lenguaje y la enseñanza, y los medios de comunicación. La educación y los medios son los dos grandes arietes sobre los que se está produciendo está conquista de los nuevos comunistas. Se ridiculiza, caricaturiza, desprecia y persigue a todos aquellos que pongan en cuestión este proyecto ideológico igualitarista, que es también antirreligioso, antinacional y antiindividualista. Todo lo que genere una percepción de la trascendencia de la individualidad es enemigo de este proyecto de dominación neocomunista que, no hay que olvidarlo, se basa en que el hombre es indefinidamente maleable. El ser humano, según el comunismo clásico, es solo un producto de lo que se adoctrina en él; la ideología es la que ha de crear al ser humano, tal y como ocurre en los países comunistas más extremos. El ser humano no vale nada para Pol Pot, pero tampoco para quienes extienden en Berkeley, Oxford o en la Complutense esas ideologías llenas de humanitarismo y merengue compasivo. Para ellos, el ser humano es un producto de las circunstancias, es intercambiable y, en un último punto, es canjeable y prescindible».

En su análisis del marxismo cultural, Hermann Tertsch añade un elemento importante de análisis que no se suele tener en cuenta. “Hay que recordar que en otros momentos del pasado siglo XX, ya se había hecho notar que la penetración cultural de los comunistas había llegado muy lejos. Hay una anécdota de la periodista y escritora rumana Mónica Lovinescu, que le ocurre cuando en 1947 llega a París después de haber padecido todo tipo de dificultades bajo el poder de los estalinistas rumanos. Cuando llega a la capital francesa se da cuenta de que allí también, si uno dice las verdades de lo que estaba ocurriendo en su país bajo el régimen comunista, enseguida te tachaban de fascista y se te cerraban todas las puertas. Primero te conviertes en un anticomunista, de anticomunista pasas a ser un fascista, y como fascista te conviertes en un ser despreciable que no merece ser escuchado y que tampoco merece hablar. Si eres anticomunista, culturalmente, mereces ser aniquilado. Esto ya ocurría en 1947 en Francia. Así controlaba ya la izquierda francesa el pensamiento a mediados del pasado siglo, tal y como lo denunciaron escritores y pensadores como Jean-François Revel y Raymond Aron. Y tal como lo padeció también Albert Camus. Ellos denunciaron las persecución y los ataques constantes que sufrían quienes se atrevían a denunciar los dogmas sagrados de los marxistas en la cultura”.

“Con el paso del tiempo”, explica Hermann, “esto se ha ido extendiendo y transformando en lo que ahora conocemos como la ‘corrección política’ o lo ‘políticamente correcto’, que no es más que un rodillo censor implacable de la socialdemocracia. Es una imposición muy sutil y muy eficaz, con muchas menos aristas en sus prohibiciones, mucho más perfeccionada, en la que los sentimientos siempre se utilizan para romper los diques de contención que han formado las sociedades abiertas y los Estados de Derecho. Lo estamos viendo ahora perfectamente en España con el asalto bestial a los jueces que han dictado la sentencia sobre el caso de ‘la Manada’».

«‘La Manada’, con un militar y un guardia civil en su interior, es el enemigo perfecto que ataca a una ‘niña indefensa’ con cinco hombres que representan lo peor de los poderes del Estado: la represión, el machismo, etc. Se trata de movilizar a la gente a través de la bondad, porque cuando se lucha a favor de ‘la bondad’ todo lo demás, las leyes, por ejemplo, no importa. Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona de extrema-izquierda, lo ha dicho muy claramente: ‘las leyes injustas, las ignoro’. Esta es la nueva forma de asaltar al Estado que han elegido los nuevos comunistas; ya no se trata de asaltar el Palacio de Invierno, se asaltan las instituciones después de haber creado, a través de la educación y de los medios de comunicación, una sociedad dócil, volcada en el sentimentalismo, sin pensamiento crítico, sin pensamiento libre y sin pensamiento individual, y siempre preocupada por militar al lado de los buenos y nunca formar parte de los ‘perversos’… Descarrilamos hace tiempo contra la razón y ahora, a través del neomarxismo, se están minando todas las defensas de la sociedad: los códigos de honor, la tradición, el reconocimiento de una historia exitosa… Se trata de un movimiento inmenso, de una maquinaria cultural abrumadora e implacable, a la que es muy difícil hacer frente, porque también es muy mal enemigo». concluye el periodista y político,  conciencia clara de nuestro tiempo.


Fuente: http://www.alertadigital.com/2020/01/15/hermann-terstch-denuncia-la-existencia-de-un-entramado-inmenso-de-multinacionales-de-todo-el-mundo-al-servicio-del-marxismo-cultural/

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