Transhumanismo: peligroso culto que pone en jaque a la civilización occidental

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La ingeniería genética, la medicina regenerativa y la nanotecnología y sus frutos no pueden ser gratis. Así que se crearía una mucho mayor desigualdad social, y sólo algunas élites podrían acceder a esas nuevas tecnologías. (Facebook).

El transhumanismo impulsa la idea de “superioridad” en otro sentido: “editar”, alterar el ADN humano para que no sufra enfermedades, lo cual nos lleva a la creación de una “raza superior” (para quienes puedan pagar por ella), con todo lo que implica en sus connotaciones supremacistas, y el recuerdo nazi que nos trae


 

Raúl Tortolero / PanAm Post (Latinoamérica) – 09/12/2021

¿Qué es ser transhumano? Mucha gente se imagina un minotauro como el perfecto ejemplo de transhumanismo, pero eso por ahora es un ejemplo un poco exagerado. Y además, estrictamente hablando, eso más bien entraría en la etiqueta de “transespecie”, es decir, aquellos que de alguna manera se sienten, se autoperciben como de otra especie. Pero en algún momento esa fusión con otra especie ya no será sólo el cuento de la “autopercepción”, sino un tema de alteración en el ADN.

Y entonces será algo muy serio, porque ahí entrará en juego y acaso en crisis, todo pensamiento religioso judeo-cristiano: el ser humano ha sido creado “a imagen y semejanza de Dios”. Por ejemplo, crear de alguna manera en un laboratorio una fusión de ser humano con una serpiente, un águila o un perro, llevaría a muchas complicaciones, y no sólo religiosas, sino morales, bioéticas y científicas.

Esa fusión de hombre-animal, ¿tendría alma? ¿Podría ir al cielo cristiano al morir? ¿Es aún un ser humano? ¿Es sujeto de derecho? ¿Gozaría de derechos humanos? ¿Habría que crear nuevas legislaciones para este tipo de “transhumanos”? ¿Tendrían derecho a gobernarnos, a ser diputados, senadores, presidentes? ¿Se podrían casar legalmente con un ser humano “normal”?

Pero vamos por pasos. Estamos pensando en el transhumanismo como un movimiento que promueve el uso de tecnologías para alterar el cuerpo humano, para llevarlo a un nivel de “perfeccionamiento” superior.

Pero, ¿qué es “superior”? A estas alturas de la historia, deberíamos hablar de construir una superioridad sólo en nivel moral, de amar, ser buenos, ayudar a los demás, ser humildes, sabios, alegres. Todo lo cual es lo que justamente promueve el cristianismo.

Pero no. El transhumanismo impulsa la idea de “superioridad” en otro sentido: “editar”, alterar el ADN humano para que no sufra enfermedades, lo cual nos lleva a la creación de una “raza superior” (para quienes puedan pagar por ella), con todo lo que implica en sus connotaciones supremacistas, y el recuerdo nazi que nos trae. Esto ya ha sido planteado en muchas series de streaming, entre ellas la alemana Biohackers, donde el editor genético CRISPR (Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats) es pan de todos los días.

Pero sobre todo, interpretan la muerte como una enfermedad, y por tanto todos sus esfuerzos científicos y técnicos están dirigidos a buscar una suerte de “inmortalidad”.

La serie Altered Carbon habla de una “memoria” en la que está contenido “el espíritu” humano, o más bien su conciencia, y que puede pasarse a otro cuerpo, que ahí le llaman “funda”. También en la estupenda y cáustica Black Mirror se critican las consecuencias bastante deplorables de esta “transferencia” de conciencia.

A menudo el transhumanismo se plantea como la fusión de un humano con hipertecnología, dando por resultado un “ciborg”. Pero hay muchos pasos intermedios. Y no hablo aquí de robots con Inteligencia Artificial muy desarrollada, porque es otro tema: ésas son máquinas al 100 %, así sea que luzcan y actúen como humanos.

Quizá es que en cierto grado ya somos transhumanos desde hace mucho y no nos hemos dado cuenta. El ser humano siempre ha usado la tecnología para modificar su entorno y también a su cuerpo. Hemos echado mano de avances científicos en muy diversos sentidos, para mejorar nuestra calidad de vida, nuestras funciones corporales, nuestras capacidades.

En este sentido habría que preguntarnos si por ejemplo el uso de lentes de aumento no es usar una tecnología de las ciencias médicas oculistas para mejorar nuestra vista. Lo es. Y hasta el más conservador de los pensadores ha usado lentes.

Usar una prótesis de un seno, de una pierna o de una mano, es también usar tecnologías para mejorar las condiciones de personas que han sufrido accidentes, o enfermedades, o bien, para suplir un problema con el que pudieron haber nacido.

Pensamos en la endodoncia. Las muelas con caries, limadas con la fresadora y tapadas con alguna pasta que ha ido evolucionando para ahora ser color dental, no como las viejas amalgamas de algún metal que lucían color plateado.  Todo un arte poner dientes de diversos materiales, o muelas atornilladas al paladar, de manera que ya nadie se queda sin dentadura.

Los implantes para aumentarse el tamaño de los senos y de los glúteos, o de cualquier otra parte del cuerpo, y los de cambio de color de ojos, o los lentes de aumento permanentes al interior del ojo, la corrección de la miopía, hipermetropía y astigmatismo, en la conocida operación llamada “Lasik”. Todo esto habría quienes lo asumieran como los primeros pasos del transhumanismo, sus antecedentes.

Pero para que realmente alguien pudiera ser considerado como “transhumano”, tendría que dejar de lado su esencia humana. ¿Qué es la esencia humana? Quizá la más antigua pregunta de la historia de la filosofía.

Esencia, en sentido aristotélico, es “aquello que hace que una cosa sea, sin lo cual no sería”. Y si aplicamos este criterio, nadie dejaría de ser humano por usar implantes de nalgas o senos, por usar lentes, por usar dentadura de odontólogo o prótesis.

¿Y se dejaría de ser humano si se le implantara un chip que le permitiera, por ejemplo, guardar sus recuerdos, y conectarse a una red a nivel neurológico en caso que tal cosa sea ya posible? ¿O si se le implantara un tipo de lentes para acceder a la realidad virtual que venderá Meta, el metaverso de Mark Zuckerberg? Estas modificaciones le proporcionarían algunas ventajas a quien las use, y seguramente también, algunas desventajas.

Que el uso de tecnología proporciona ventajas a quien la posé es un hecho, y siempre lo ha sido en la historia humana. El fondo de todo esto es que se trata de acaso el mejor negocio jamás emprendido: vender la “inmortalidad”, o en el menor de los casos, vender una mejor salud, estar libre de ciertas enfermedades.

Así, quien tenga más dinero, comprará más ventajas. Como ya lo ha previsto el escritor israelí Yuval Noah Harari en sus libros: “Sapiens: De animales a dioses”, y “Homo Deus: breve historia del mañana”, vendrá la supervivencia del más rico.

La ingeniería genética, la medicina regenerativa y la nanotecnología y sus frutos no pueden ser gratis. Así que se crearía una mucho mayor desigualdad social, y sólo algunas élites podrían acceder a esas nuevas tecnologías.

También se generará una división entre creyentes (sobre todo judeo-cristianos) y los adeptos al culto del transhumanismo, que rechazan la inmortalidad que ofrece Dios, para hincarse ante la que ofrece la tecnología.

Al final del día, tendremos que optar por uno de esos dos caminos: escoger la inmortalidad religiosa, u optar por la que ofrecería la tecnología… y tener con qué pagarla. Esa decisión definirá no a una generación, sino la continuidad o el final de nuestra civilización occidental.


  • Raul Tortolero / Consultor político mexicano. Doctorado en Derechos Humanos. Maestría en Filosofía, Cultura y Religión. Católico, provida. Director Continental de la Agencia Católica de Noticias. Presidente en México del Movimiento Cristiano Conservador Latinoamericano. Ex Secretario de Comunicación del Comité Ejecutivo Nacional del PAN. Premio Nacional de Periodismo 2007, otorgado por la ONU en México. Analista Geopolítico.
  • Artículo publicado en PanAm Post el día 07/12/2021

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