Recuperar 130 años, el gran desafío de la industria eléctrica venezolana

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Ing. Víctor Poelo: "Venezuela está 130 años atrás, a finales del siglo XIX. Es impactante pero no hay manera de describir lo que está ocurriendo".

«Venezuela está 130 años atrás, a finales del siglo XIX. Es impactante pero no hay manera de describir lo que está ocurriendo», explica a Efe el ingeniero eléctrico y profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV) Víctor Poleo


 

Gonzalo Domínguez Loeda / La Vanguardia (España) – 07/10/2020

Caracas, 7 oct (EFE).– Hoy, los venezolanos pasan media vida a oscuras, una imagen que es la mejor muestra de la crisis energética que vive el país. Del otro lado, hay una industria, la eléctrica, que ha puesto un pie en el siglo XIX y que supone, además, el principal lastre para la reactivación económica. Gobierne quien gobierne.

Es el efecto más visible, sin duda. Ciudadanos a oscuras que deben abandonar el metro en medio de un apagón o esperar pacientes a la luz de las velas, pero hay también toda una industria que ya no puede trabajar, que no tiene energía que la ponga en marcha y que, por si fuera poco, cuenta como eje vertebral con uno de los sectores que más electricidad necesita para funcionar, el petrolero.

Por eso, los políticos venezolanos de uno y otro signo se empeñan en augurar una recuperación casi mágica, imposible para los expertos para los que son promesas vacuas. Estas son algunas claves de la crisis energética y su impacto sobre una hipotética recuperación económica.

Un país atrasado 130 años

«Venezuela está 130 años atrás, a finales del siglo XIX. Es impactante pero no hay manera de describir lo que está ocurriendo», explica a Efe el ingeniero eléctrico y profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV) Víctor Poleo.

Según detalla, para comprender la «agonía actual» del sector hay que observar que se estima que la capacidad termoeléctrica activa está entre 1.500 y 2.000 megavatios, cuando la instalada es de 15.000 megavatios, es decir, apenas un 10 %. 

El problema, según explica, «es circular», porque si la industria petrolera no extrae crudo y este no se refina, no se puede obtener diésel termoeléctrico. «Es circular el problema, no hay termoelectricidad porque no hay combustible termoeléctrico y no hay combustibles termoeléctricos que generen termoelectricidad», detalla Poleo.

Por otra parte, está la hidroelectricidad, que en Venezuela, según explica, cuenta con un gran privilegio: el río Caroní, «en el cual está instalada una capacidad de cerca de 15.000 megavatios, particularmente en el Guri», una de las mayores centrales del mundo. Solo esa central abarca 10.000 megavatios instalados, a la que se suma Caruachi, con 2.200, y Macagua, con otros 2.300. En total, suman 15.000 megavatios instalados.

Sin embargo, los datos con los que cuentan los expertos como Poleo y que nunca son hechos públicos por las autoridades, dicen que actualmente solo tienen una capacidad real de 6.500 megavatios, a los que se suman los de la termoeléctricidad para alcanzar unos 8.500 en total.

Según las estimaciones, la demanda de energía venezolana está en unos 12.000 megavatios, por lo que la generación eléctrica venezolana alcanza para cubrir el 70 % de la demanda, aproximadamente.

Un país sin industria

Según las cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI), que suple la falta de datos oficiales, el PIB venezolano cayó un 65 % entre 2014 y 2019, una caída devastadora que ha dejado al país prácticamente sin industria o comercio.

¿Cómo se expresa eso en el suministro eléctrico? Pues, según Poleo, viceministro de Energía y Minas entre 1999 y 2001, los cálculos que hacían a comienzos de siglo, para estas fechas, sería de unos 25.000 megavatios, en caso de que la actividad económica se mantuviera.

Sin embargo, hoy es de 12.000, la muestra más elocuente del descalabro productivo que el ingeniero venezolano resume en una frase: «Hay una demanda residencial, cuatro bombillos para alumbrarse, pero no hay electricidad para producir bienes». Esto implica que quien quiera abrir una fábrica del tipo que sea en Venezuela se enfrentaría en primer lugar a una disyuntiva fundamental: no tiene energía para ponerla en marcha.

Por eso, sostiene que Venezuela está «en un punto como a finales de 1800, cuando comenzó la electricidad» en el país y tuvo que ir adaptándose progresivamente a las diferentes fábricas que comenzaron a abrir.

El billete al Siglo XXI vale 15.000 millones de dólares

Un informe reciente de un grupo de expertos al que tuvo acceso Efe estima que la reactivación del sistema eléctrico venezolano tendría un costo estimado de unos 15.000 millones de dólares, con una variación que lo podría elevar hasta los 18.000 millones.

En todo caso, un programa preliminar establece la recuperación en unos 36 meses, es decir, 3 años, teniendo como base los activos prioritarios de generación térmica y que incluye los más importantes para la empresa estatal PDVSAPor tanto, toda promesa política que no aborde estos dos factores de tiempo y de inversión parece, cuanto menos, ilusorio.

Una excusa oficial poco creíble

El sabotaje, el ataque imperial y el boicot son los tres enemigos favoritos del Gobierno de Nicolás Maduro. A ellos culpa de la situación del sistema eléctrico, pero para Poleo son solo tres «excusas que no tienen base ni científica ni en ingeniería ni tecnológica».

En su opinión, el sistema «sencillamente lo arruinaron», con un doble propósito: «Robar dinero induciendo una crisis eléctrica y domesticar a la población».

Como ejemplo, cita la central de Tocoma, «que nunca fue terminada». Tenía un costo estimado de 2.500 millones de dólares, debía estar terminada en 2007 y «fue sobrefacturada en cerca de 15.000 millones de dólares».

Para el ingeniero, lo que han buscado las autoridades venezolanas es «aparentar que estaban resolviendo un problema», el de la falta de energía, cuando «en realidad lo estaban agravando y, bajo esa excusa, políticamente logró domesticar la población, asfixiarla y financieramente logró excusas para robar».

Y mientras tanto, las fábricas siguen paralizadas y los ciudadanos a oscuras, como los abuelos o bisabuelos de la mayoría de quienes hoy pisan el planeta.


  • EFE
  • gdl/sb/eat

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