El rastreo masivo, los «microchips» y la pandemia

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China, mediante la tecnología, monitorea desde hace años a sus ciudadanos y los priva de libertades civiles ¿Es esto un justificable motivo de imitación?

El temor a morir en medio de crisis, catástrofes y pandemias crea «espacios en blanco» en la mente humana que aprovechan gobiernos, compañías y la tecnología


 

Leonardo Morales / Diario Las Américas (USA) – 13/05/2020

El lucrativo y maravilloso mundo de la tecnología incentivó el desarrollo acelerado en poco más de una década de sistemas informáticos que cumplen hoy un rol esencial en nuestras vidas. El punto cúspide a nivel popular ha sido la creación y perfeccionamiento de los “smartphones” (teléfonos inteligentes).

La tecnología acercó continentes, superó las expectativas de entretenimientos; nos edificó un mundo mágico impensable apenas 15 años atrás y sobre todo nos proporcionó acceso a un amplio caudal de información.

Miles de millones de personas en el mundo viven cautivados y atrapados en la tecnología, la disfrutan y dependen de sus beneficios y sus servicios, sin pensar en consecuencias. El encanto ha superado las reflexiones sobre seguridad y privacidad, no así para quienes la libertad es su premisa fundamental; por supuesto, sin mencionar los regímenes autoritarios que aún subsisten en el siglo XXI.

China, la segunda potencia económica mundial, es el ejemplo fehaciente: Admite la propiedad privada, las grandes empresas, el enriquecimiento de clases, pero ejerce un estricto control social y político y restringe las libertades y derechos individuales de 1,400 millones de personas. Su máxima expresión es Huawei, el gigante tecnológico chino, la competencia de las multinacionales estadounidenses Apple, Microsoft, Google e incluso Amazon.

Huawei ha generado dudas sobre intentos de espionaje no solo en Estados Unidos, sino en otros países. Es muy difícil creer que este abanderado de la tecnología asiática escape al control del régimen comunista de China.

Ocurre algo similar con la estatal China Telecom, bajo lupa de varias agencias federales que solicitaron retirar su acceso -desde el 2007- al mercado estadounidense. Alegan que supone una amenaza para la seguridad nacional de EEUU, según un informe del Departamento de Justicia.

Una mujer del personal sanitario realiza una prueba del coronavirus en Hempstead, Nueva York. AP/Seth Wenig.

Los vulnerables

La supervivencia bajo el temor a morir en medio de crisis, catástrofes y pandemias crea “espacios en blanco” en la mente humana que aprovechan las grandes compañías para ganar terreno en el respaldo popular de sus propuestas, con el fin de expandirse y crecer financieramente.

El coronavirus ha sido el pretexto perfecto para convencer a millones de personas en el mundo de que el control en las comunidades es la clave para contener la pandemia del SARS-COVID-2 o COVID-19 (la enfermedad).

La vulnerabilidad humana en estos momentos de pandemia, muerte y recesión económica se extiende a los funcionarios gubernamentales, que son los que finalmente toman decisiones y abren puertas a la tecnología si se emplea para “proteger”, por encima del costo en libertad y privacidad. “Lo importante ahora es salvar a la humanidad”, la premisa actual.

Bajo ese precepto, los derechos y libertades individuales que también han costado millones de vidas humanas y varias décadas de conquista pasan a un segundo plano, incluso a un tercer lugar. Los grandes poderes económicos lo saben porque la tecnología hoy es esencial para el funcionamiento de las infraestructuras de las sociedades.

Por eso, cuando el nuevo coronavirus aún no se había declarado como pandemia, comenzó el bombardeo. El advenimiento de la cuestionada tecnología celular 5G, fabricación e implantes subdérmicos de “microchips” para el rastreo masivo, el uso de aplicaciones para detectar contagiados del COVID-19; y luego, una “urgente” vacuna para contener un virus que sufre mutaciones similares al SARS, al ébola, al SIDA y muchos otros.

¿Nos salvará una vacuna?

¿Por qué tanto interés en promover ahora un antídoto intravenoso, si la solución inmediata para evitar muertes y recuperar enfermos es un tratamiento convencional efectivo? No existen vacunas para la inmensa mayoría de los virus que atacan a los humanos, sino tratamientos que han frenado su propagación y hasta su erradicación, en algunos casos.

Científicos británicos de la Universidad de Sheffield y del Laboratorio Nacional de los Álamos en EEUU han corroborado la información de expertos chinos de que el virus del COVID-19 mutó y la nueva cepa apareció en febrero en Europa y fue trasladada a la costa este de EEUU. Desde mediados de marzo, indica el estudio, es la variante del virus dominante en el planeta y alertan de una segunda ola de infección.

El Instituto de Israel para Investigación Biotecnológica, dependiente del Ministerio de Defensa y situado al sur de Tel Aviv, anunció que ha desarrollado un anticuerpo contra el nuevo coronavirus, que prepara el registro de la patente y que próximamente contactará a farmacéuticas para producirlo a escala comercial, descubrimiento que abre las posibilidades a un tratamiento más rápido para salvar vidas.

En un comunicado conjunto con el Departamento de Defensa, el centro de investigación asegura que el anticuerpo desarrollado ataca al virus en los enfermos y lo neutraliza. «De acuerdo con los investigadores del Instituto, encabezados por el profesor Shmuel Shapiro, la fase de desarrollo del anticuerpo ha finalizado», asegura el informe oficial.

En la actualidad unos 100 equipos de científicos a nivel mundial buscan una vacuna contra el SARS-COVID-2. Pero el tema no se queda en el interés sanitario y económico.

Un soldado del Ejército suizo muestra un smartphone con una app de rastreo de contactos, durante una prueba con 100 soldados en el complejo de Chamblon, Suiza. Laurent Gillieron/Keystone via AP.

El rastreo digital

El multimillonario estadounidense Bill Gates reveló su plan de los llamados “certificados digitales”, “microchips” que se disuelven debajo de la piel y muestran mediante lectura digital quiénes ha sido examinados y vacunados contra el nuevo coronavirus.

Gates, en alianza con las compañías Accenture, IDEO, Gavi y la Fundación Rockefeller, tiene otros proyectos más ambiciosos y escalofriantes ante la mirada de los defensores de la privacidad individual. Uno de ellos es la supuesta “identidad digital” llamada ID2020, que se basa en tatuajes de puntos cuánticos para presuntamente resolver el problema de más de 1,000 millones de personas que viven en el planeta sin una identidad oficial, método que estaría también respaldado por los teléfonos “inteligentes”.

Otro plan financiado por el fundador de Microsoft durante varios años es el implante de “microships” anticonceptivos que permitirían el control hormonal en las mujeres. Versiones de cápsulas con ese objetivo se fabrican desde hace años, pero no han contado con el apoyo mayoritario de la comunidad médica, reticente ante sus efectos secundarios en jóvenes y mujeres adultas.

En noviembre del 2019, una empresa tecnológica -con sede en Dinamarca y con contratos para la producción de “microcápsulas” para el gobierno danés y la Armada estadounidense– aparentemente tuvo que cancelar la creación de su planta, después del ataque de activistas cristianos a sus oficinas en Copenhague.

Para no pocas organizaciones y entidades religiosas el implante de “microchips” es algo inaceptable, para algunas religiones resulta un “elemento satánico”.

Amenaza del control

Tanto China como Corea del Sur han utilizado aplicaciones de rastreo de posibles contagiados mediante teléfonos celulares. También para el cumplimiento de la cuarentena de personas que han entrado en contacto con enfermos. Aunque se trata de experiencias muy diferentes por los sistemas políticos que rigen en cada país, en Europa estas aplicaciones han comenzado a llegar. Ya se anunció la primera en España.

China, mediante la tecnología, monitorea desde hace años a sus ciudadanos y los priva de libertades civiles. ¿Es esto un justificable motivo de imitación?

En Austria, Italia y el Reino Unido se realizan análisis estadísticos a partir de información de telefonía celular, sin escapar a la polémica. En Italia se supo, a través de la geolocalización que bajo medidas de confinamiento el 40% de los ciudadanos de Lombardía (la región más afectada por la pandemia) seguía desplazándose.

Telefónica y otros siete operadores de telecomunicaciones han proporcionado datos de localización de celulares a la Comisión Europea para facilitar el seguimiento de la expansión del coronavirus. Bruselas asegura, sin embargo, que los datos serán utilizados de forma agregada y anónima, sin identificaciones individuales y que se borrarán una vez terminada la crisis.

El asunto ha suscitado inquietud y protestas entre diversos sectores que ven con alta preocupación el avance de un control gubernamental sobre los ciudadanos y la amenaza contra su privacidad.

Teléfono con la aplicación TraceTogether que guarda información sobre contactos con la misma aplicación y determina si alguien estuvo cerca de un portador del coronavirus. AP/Royston Chan.

Las propuestas

Por su parte, Apple y Google se han unido en la lucha contra el coronavirus a través de un método de rastreo como propuesta que –según han dicho- respetará la privacidad de los usuarios y que debe de estar lista a mediados de mayo, según informes. El recurso consiste en activar un mecanismo de códigos que le informa de manera anónima a las personas que se encuentran cerca de alguien diagnosticado del nuevo coronavirus.

El presidente Donald Trump señaló que el gobierno de Estados Unidos necesita tiempo para considerar el desarrollo de tecnología como ayuda para frenar la pandemia. «Es muy interesante, pero mucha gente se preocupa por la libertad individual», expresó Trump.

La efectividad de este método es muy cuestionable porque dependerá de la cantidad de pruebas que se realicen, pruebas que en algunos casos también han estado bajo el escrutinio de expertos y de la entidad reguladora federal de Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) por arrojar resultados dudosos.

La institución federal permitió en marzo a las empresas vender los “tests” siempre y cuando notificaran a la agencia y publicaran avisos de que el producto no estaba aprobado por la FDA. La idea fue mostrar cierta “flexibilidad” para incrementar la producción de las pruebas, algo que abrió una senda de dudas sobre la confiabilidad. Más tarde, la entidad federal se vio obligada a suspender dicha flexibilidad, tras comprobar falta de eficacia en algunos exámenes.

En cierta medida, han aparecido informes contradictorios sobre las estadísticas en estudios durante la propagación de la pandemia, no sólo en EEUU sino en el resto del mundo.

“Hay intereses contrapuestos”, manifestó Tina White, investigadora de la Universidad de Stanford que planteó -desde febrero- la necesidad de incorporar medidas de protección de la privacidad. “Los gobiernos y las dependencias de salud pública quieren seguir los pasos de la gente” para reducir la propagación del COVID-19, pero la población probablemente no instale la aplicación si considera que viola su privacidad, señaló.

Google abandonó recientemente su proyecto de construir una ciudad inteligente en Toronto, Canadá, tras una incertidumbre económica sin precedentes.

El proyecto incluía un sistema de calentamiento de calles para derretir la nieve y el hielo al contacto. Se instalarían sensores para monitorear el tráfico y ofrecer seguridad a los peatones. Un sistema de transporte ligero autónomo trasladaría a las personas a sus destinos, según Associated Press.

Algunos canadienses objetaron el plan, por razones de privacidad. Catalogaron de error el otorgar a una de las empresas más ávidas de datos del mundo los medios para interconectar todo, desde la iluminación hasta el pavimento de las calles.

«Esta es una enorme victoria para los ciudadanos responsables que lucharon para proteger la democracia, los derechos civiles y digitales de Canadá, así como la oportunidad de desarrollo económico», sostuvo el ex jefe ejecutivo de BlackBerry, Jim Balsillie, un pionero de los “smartphones”.

El peligro real

El gran peligro de todo este entramado para implementar el control es que la información recabada podría ser empleada con otros fines por los gobiernos o sus aliados del sector privado.

La historia ha demostrado que el poder de la información genera más poder y autoridad sobre terceros, que se deriva finalmente en un posible CONTROL casi total, un sustantivo que para quienes lo hayan sufrido bajo regímenes totalitarios causa estupor y más pánico que cualquier pandemia.

En Australia más de 3 millones de personas instalaron una aplicación recomendada por el primer ministro, Scott Morrison, quien dijo que era algo tan sencillo como colocarse protección solar y que la aplicación ayudaría a tener “una sociedad y una economía más libres”.

El estado de Utah adoptó una aplicación similar y en ambos casos se rastrean los movimientos de las personas. Alemania y otras naciones europeas prefieren la propuesta de Apple y Google, que aparentemente protege la privacidad individual, mientras que Francia y el Reino Unido se inclinan por un mayor acceso a la información.

Los gigantes de la tecnología en Estados Unidos afirman que sus aplicaciones funcionarán tanto en “iPhones” como en dispositivos “Android”. Además se asegurarán de que su uso no sea obligatorio e incluirán medidas de protección de la privacidad, que impedirían guardar la información.

Sin embargo, no es un secreto que los sistemas de inteligencia en casi todos los países utilizan datos de telefonía para sus fines estratégicos. En Estados Unidos, por ejemplo, medios de comunicación han denunciado el uso de información celular para detectar inmigrantes ilegales en la frontera.

Libertad y privacidad

La tentación de emplear la tecnología en nuestras vidas es algo que está ya por encima -a veces- de leyes y regulaciones. No utilizarla sería poco inteligente, de lo cual se deduce que el límite de los gobiernos e instituciones privadas es demasiado vulnerable y flexible.

El respeto a las libertades individuales y el fortalecimiento del sistema democrático en Estados Unidos han sido desde hace décadas la carta de presentación de este país. Los estadounidenses como el resto del planeta quieren vivir a salvo y saludables, pero también desean custodiar la libertad y sus derechos, aman a un país cuyos presidentes no pueden ejercer sus funciones a dedo ni actuar sin la aprobación de legisladores y senadores. A pesar de que en situaciones de emergencia, se asumen decisiones directas, siempre deben pasar por un filtro a diferentes instancias.

Resulta paradójico que cuando al parecer el mundo avanzaba hacia la consolidación de las democracias tras el derribo del Muro de Berlín, el desmoronamiento de la Europa Socialista del Este, la creación de la Unión Europea con libre acceso de movimiento entre sus ciudadanos y la aniquilación de una izquierda radical en muchos países, la excusa de una pandemia para el control y rastreo masivos sean ahora soluciones inmediatas aplicables.

Como indica la sabiduría popular: “El mundo está al revés”, ojalá enderezarlo no cueste lo mismo que construirlo otra vez. Si ahora el motivo para frenar una pandemia se convierte en el rastreo y control poblacional; vendrán más pandemias… ¿La respuesta sería un mayor control masivo?


  • Artículo publicado en el Diario Las Américas el día 09/05/2020
  • E-mail: lmorales@diariolasamericas.com

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