
En Occidente el objetivo no era apropiarse del Estado para dominar a la sociedad, sino conquistar a la sociedad para adueñarse del Estado
Samuel Cruz / La Era de México (México) – 22/07/2020
No podríamos empezar el presente artículo de otra forma más que recomendando la lectura de “La Guerra Invisible: Acción Psicológica y Revolución Cultural” la imprescindible obra de Lucas Carena y Pablo Davoli, ya que podemos incluirlo sin temor a equivocarnos en la lista de las obras más importantes escritas en idioma español tratando el tema de la manipulación de las sociedades con fines políticos e ideológicos.
En el libro podemos encontrar una exposición de los mecanismos de control de las masas con una combinación de lenguaje a veces técnico y a veces coloquial, lo cual le da a la obra un sabor especial que ayuda al lector a disfrutar de la lectura al tiempo que observa desvanecerse ante sí, los falsos argumentos enarbolados por las ideologías destructivas e imperialistas que pululan hoy en todo el mundo, las cuales, a pesar de lo que los perros rabiosos de los mass media puedan decir, son ideologías elaboradas en instituciones de control social como el Instituto Tavistock.
Por lógicas razones de espacio no podemos hacer aquí una exposición de todos los detalles y primicias imperdibles del libro. En cambio, podemos enfocarnos en uno de los temas que revisten gran importancia para todos, ya que conocer la forma en que operan los grupos de izquierda para dividir a una sociedad y desestabilizar al gobierno de un país, resulta esencial para comprender lo que realmente pasa a nuestro alrededor.

En la página 114 del citado libro, se encuentra un tema titulado “CARACTERÍSTICAS Y TÁCTICAS DE LA REVOLUCIÓN CULTURAL”, en la cual los autores se enfocan en la figura de Antonio Gramsci, quién después de haber sido elegido en 1922 como representante del Partido Comunista Italiano, configuró con sus escritos lo que se denomina como “Doctrina Gramsciana”, por lo cual es conocido como el padre de la revolución cultural de inspiración marxista.
Según Gramsci, la revolución comunista en Occidente no debía empezar en el campo político como lo hizo en Rusia, sino en el plano cultural, de tal forma que en Occidente, el objetivo no era apropiarse del Estado para dominar a la sociedad, sino conquistar a la sociedad para adueñarse del Estado. Para lograr tal objetivo debía infiltrarse la ideología marxista en los centros de estudio universitarios, el arte, los medios de comunicación y distintas áreas que pudieran ejercer influencia en la sociedad. En la actualidad lo anterior lo podemos ver claramente ejemplificado en la programación de distintos medios de comunicación, entretenimiento, arte deformado y sobre todo en diferentes universidades de todo el mundo.
Para lograr la infiltración del marxismo cultural en todas las estructuras de un Estado, la doctrina Gramsciana hace uso de cuatro principales estrategias que consisten en:
1).- Lentitud
2).- Complejidad
3).- Gradualidad
4).- Sutilidad
Ya que los objetivos a alcanzar para Gramsci son de gran envergadura, la conquista de estos campos debe hacerse con LENTITUD, a largo plazo y de forma paulatina. Por otra parte, la operación reviste un alto grado de COMPLEJIDAD, puesto que la estrategia está compuesta de dos momentos con diferentes maniobras tácticas. A lo anterior hay que agregarle que la operación de ser llevada a cabo GRADUALMENTE, porque no se trata ya de asaltar palacios sino instituciones culturales, pero a su vez, se debe hacer con SUTILIDAD, porque se trata de una estrategia programada para ser desplegada de manera imperceptible.
La infiltración en el campo cultural de una sociedad tiene varios objetivos, entre ellos el de deformar el pasado histórico de una nación, no olvidemos aquella vieja máxima que reza: “quién no conoce su pasado está condenado a repetirlo” o como diría George Orwell, “Quien controla el pasado contra el presente, quién controla el presente controla el futuro”. También está el objetivo de desmoralizar a la sociedad bajo un estado constante de ataque.
Ya hemos visto en anteriores artículos la importancia que los psiquiatras de Tavistock le otorgan a la moral de una nación para resistir los embates de un enemigo. Así mismo, hemos hablado de cómo los psiquiatras de Tavistock desarrollaron técnicas militares y de guerra psicológica diseñadas exclusivamente para destruir la moral de una nación y dejarla propensa para ser conquistada.
Amén a lo anterior, la revolución cultural consiste, cómo bien lo explican los autores, de dos momentos o pasos estratégicos.
El primer momento de la revolución cultural consiste en una etapa destructiva de la cosmovisión imperante en una sociedad, vale decir aquí la cultura, religión, costumbres, historia de una nación, obsérvese lo ocurrido recientemente en EU y Europa donde los terroristas antifas, al igual que lo hace él terrorismo feminista radical, tiene por objetivo la destrucción de monumentos históricos que, más allá de que nos agrade o no lo que representan, forman parte de la idiosincrasia imperante en una sociedad determinada. Esta fase destructiva consiste en, cómo menciona Pablo Davoli, cortocircuitar el sentido común imperante.
Observe el lector cómo es que los distintos movimientos ligados a la revolución cultural hacen uso indiscriminado de alegatos y demandas que rayan en lo ridículo cuando no en lo estúpido, por ejemplo demandar una renta mensual pagada por los contribuyentes por el hecho de pertenecer a una de las tantas “identidades sexuales” que se han inventado.
Otro ejemplo de esto es el mal llamado lenguaje inclusivo, cuya principal característica consiste en agregar la letra “E” y “X” a palabras que terminan en “A” u “O”, con el supuesto objetivo de eliminar la diferencia sexual de las palabras, por ejemplo en lugar de “abogado”, los maxistoides (liberales de closet) dicen “abogade”, cosa por demás contradictoria cuando algo no les parece bien desde su deforme mentalidad, tomemos el ejemplo de la inefable pseudo peronista Cristina Fernández de Kirchner, quien al ser referida por un miembro del parlamento como “presidente”, lanzó el reproche de que le dijera “presidenta” por ser el otro un término machista, lo cual es una falsedad inmensa, ya que de acuerdo a la RAE, la palabra “presidente” no tiene una connotación de género.
Pero el objetivo de utilizar éste tipo de discurso tan fuera de la realidad, no tiene el objetivo de ser adoptado y aceptado de forma definitiva por dicha sociedad, sino que simple y llanamente busca, como ya mencionaba Davoli, provocar un cortocircuito en la mente de la mayoría de la sociedad que comparte una cultura, es decir, lo que buscan es provocar rechazo y obtener una reacción de la sociedad, porque la revolución cultural es tan adaptable a las circunstancias que se puede beneficiar tanto de la inacción de la sociedad como de una reacción violenta por parte de aquéllos que se sienten agredidos.
Por otra parte, la adopción de algunas primicias del neomarxismo, tiene un objetivo que va en contra de los mismos miembros que adhieren y apoyan sus preceptos, por ejemplo, el empleo del mal llamado lenguaje inclusivo por una parte busca chocar con las creencias establecidas de la sociedad y por el otro, tiene el mismo objetivo que tenía la Neolengua en el libro “1984” de George Orwell, el cual, en pocas palabras, servia para que el Partido Gobernante, o el Gran Hermano, mantuviera idiota a sus simpatizantes. No en vano Orwell describe el objetivo de la Neolengua de la siguiente forma: «La intención de la neolengua no era solamente proveer un medio de expresión a la cosmovisión y hábitos mentales propios de los devotos del INGSOC, sino también imposibilitar otras formas de pensamiento. […] La finalidad de la neolengua no era aumentar, sino disminuir el área del pensamiento, objetivo que podía conseguirse reduciendo el número de palabras al mínimo indispensable».
El segundo momento de la revolución cultural consiste en una etapa de reconstrucción. Una vez que el anterior sistema ha sido socavado y destruido, viene el momento de implantar una nueva cosmovisión hecha a imagen y semejanza de aquéllos que destruyeron la anterior.
Pablo Davoli y Lucas Carena enumeran algunas tácticas de la revolución cultural fáctica ligadas a la Doctrina Gramsciana. Entre ellas tenemos: la crítica, la ambiguación, el falseamiento histórico, la instauración de falsas certezas, la construcción artificial de falsos consensos, la difamación, la frivolización, la ridiculización, la sensibilización, la infiltración, la simulación de amistad y la fragmentación.
Acerca de la ridiculización Antonio Gramsci escribió: «La única forma que tenemos para hacernos del poder como comunistas, no es lo que hizo Marx. Nosotros debemos infiltrarnos en la sociedad, infiltrarnos dentro de la Iglesia, infiltrarnos en la comunidad educativa, lentamente e ir transformando y ridiculizando las tradiciones que se han sostenido históricamente, a fin de ir destruyéndolas y formando la sociedad que nosotros queremos».
Al final del libro, Lucas Carena menciona algo que podríamos decir que va en línea con lo expuesto en mi libro: “El Mundo Detrás de las Cortinas; La Historia Como Instrumento de Control de las Masas”.
El autor menciona que es posible utilizar la psiquiatría como forma de dominio y control social, ya que a través de ella, se puede desacreditar una opinión incómoda para determinados intereses y relaciones de poder, llegando al extremo de encerrar, medicar y neutralizar a personas para aplicarles “tratamiento” y “reinsertarlos” en la sociedad al mejor estilo de “Un Mundo Feliz” y “1984”.
De acuerdo a Carena: «Desde ésta perspectiva, la población podría estar sometida a un claro avance contra las libertades individuales. Agotadas las armas convencionales de guerra psicológica, la patologización de la conducta se convierte así en una instancia de último recurso para silenciar voces disidentes. Desde éste punto de vista, si una persona que actúa o habla desde su sano juicio y con pleno funcionamiento de sus capacidades cognitivas e intelectuales, de pronto dice o hace algo lo suficientemente revelador e incómodo para una estructura de poder o sistema de dominación, puede ser sometido a un tratamiento psiquiátrico de modo tal que, sin necesitarlo, se generen los efectos deletéreos ‘necesarios’ en su psiquismo para ‘enfermarlo’ con el pretexto de un ‘tratamiento curativo’. Cómo consecuencia, jamás sabremos si lo que dijo o hizo fue estando sano o no, si lo que dijo o hizo fue producto de su locura, o su locura producto de lo que dijo o hizo. La psiquiatría punitiva, por lo tanto, no sólo puede ser vehículo legal para privar de su libertad a un ‘disidente’ mediante la internación forzada, sino que puede convertirse en un arma de destrucción psicológica».
Los dos autores nos dejan una gran primicia en la que se sea religioso o no, podemos fundamentar nuestra resistencia ante el embate de estas ideologías destructivas: «La psiquiatría punitiva cobra poder en tanto se conciba al hombre como un ordenador. Ya lo había advertido el padre Castellani: ‘El siglo pasado [S. XIX] contempló el intento de una Psicología sin alma.’ En la medida en que nos ceñimos a una concepción material o existencial-fenoménica del hombre, los métodos de guerra psicológica cobran mayor poder y efectividad. En cambio, si adoptamos una postura espiritual-trascendente del alma humana, las metodologías de destrucción psicológicas resultan estériles».
Se puede estar o no de acuerdo con la postura religiosa de los autores, pero en algo que todo aquel que se declare en contra de las ideologías destructivas sí debe estar de acuerdo, es en que mientras sigamos ligados a los preceptos destructivos del progresismo y el liberalismo, seremos presa fácil para los amos del mundo.
Tal vez algunos que adhieren a nuestra resistencia puedan rechazar la invitación de los autores a adoptar una postura espiritual-trascendente del alma, están en todo su derecho, no es mi intención imponer la visión de Lucas Carena y Pablo Davoli a nadie, pero hay que recordar que tanto los marxistas y liberales del pasado, como los de hoy, le temen al concepto de espiritualidad y trascendencia de la misma forma en que el diablo le teme al agua bendita.
En mi humilde opinión, pienso que para muchos el concepto de trascendencia espiritual puede ser difícil de entender, yo me podría incluir entre ellos, ya que se suele ligar a estos conceptos con fuerzas espirituales con las cuales no todos estamos familiarizados, por lo menos en un grado profundo. En lo personal, entiendo a dicho concepto como la simple liberación de las ataduras que nos obligan a adoptar ideologías que a la postre, nos traen más daño que beneficio a nivel personal, a nivel social y aunque parezca exagerado, a nivel de civilización.
Soy de la idea de que podemos iniciar el camino a la trascendencia espiritual con un paso muy sencillo que fue resumido genialmente por el analista argentino Adrián Salbuchi: PENSAR CON EL CEREBRO PROPIO Y NO CON EL AJENO.
- Artículo publicado en la Era de México el día 20/07/2020