Marxismo cultural: qué es, cuál es su historia y cómo está logrando degradar la democracia

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Una estrategia política que ha logrado someter a la derecha más tibia.

En 1917 el comunismo se hizo con el poder en Rusia mediante un golpe de Estado. Se instauraba así la primera dictadura comunista del mundo: la URSS


 

Outono (España) – 25/08/2022

El fracaso del comunismo en Occidente y la estrategia de Gramsci

Rusia tenía los elementos propicios para que estallase una revolución bolchevique: un campesinado muy pobre, un proletariado urbano importante, una monarquía absoluta y, finalmente, un país sumido en una guerra. Sin embargo, en las dos décadas siguientes, y a pesar de numerosos intentos, el comunismo no tuvo éxito en el resto de Europa. La URSS sólo lograría instaurar dictaduras comunistas en otros países al final de la Segunda Guerra Mundial, y por la vía militar.

Ese fracaso del comunismo en la Europa occidental llamó la atención de un dirigente comunista italiano, Antonio Gramsci (1891-1937), que propuso una fórmula alternativa para promover el comunismo en Occidente mediante una estrategia a largo plazo basada en lograr la hegemonía marxista en los núcleos culturales más influyentes de los países democráticos (universidades, medios de comunicación, movimientos sociales, círculos intelectuales, etc.). En los cuadernos que escribió durante su estancia en prisión, Gramsci señaló:

“Las estructuras masivas de las democracias modernas, tanto las organizaciones estatales como los complejos de asociaciones de la sociedad civil, constituyen para el arte de la política como “trincheras” y fortificaciones permanentes del frente en la guerra de posición: vuelven meramente ‘parcial’ el elemento de movimiento que antes era ‘el todo de la guerra’”.

Las tesis de Gramsci, que han sido a menudo calificadas como marxismo culturalista o “marxismo cultural” (por su estrategia de infiltrar el mundo de la cultura allí donde no es posible obtener el apoyo de las masas obreras) fueron ninguneadas por los comunistas de su tiempo, que seguían intentando implantar el comunismo en Occidente con una revolución proletaria como la de Rusia. Unos intentos que acabaron siempre en fracaso.

La estrategia del KGB y la confesión de Yuri Bezmenov

Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial, con el inicio de la Guerra Fría y con el surgimiento de una amplia clase media en Occidente (poco receptiva al discurso clásico del marxismo), las tesis de Gramsci empezaron a llamar la atención en algunos círculos comunistas, incluso en la propia URSS. Esto que acabo de decir no es una teoría conspirativa ni una afirmación especulativa. En 1970, un agente del servicio de inteligencia soviético, Yuri Bezmenov, se pasó a Occidente y contó a qué dedicaba sus recursos el KGB:

«Sólo alrededor de un 15% del tiempo, del dinero y del personal del KGB se dedican al espionaje como tal. El otro 85% se dedica a un proceso lento, que denominamos tanto subversión ideológica, como medidas activas o guerra psicológica. Lo que significa básicamente es cambiar la percepción de la realidad de cada americano hasta tal punto que, por mucha que sea la información, nadie sea capaz de llegar a conclusiones sensatas para defenderse a sí mismo, a su familia, su comunidad y su país. Es un gran proceso de lavado de cerebro que progresa muy lentamente».

Aquí podéis escuchar sus palabras, que repitió en numerosas intervenciones en conferencias y programas de televisión durante años:

Las corrientes ideológicas surgidas de ese marxismo cultural

¿Tuvo éxito esta estrategia soviética? Aparentemente se diría que no, pues el comunismo se derrumbó en la Europa oriental entre 1989 y 1991. Sin embargo, comunistas como Simone de Beauvoir y Shulamith Firestone ya había puesto en marcha el llamado feminismo de tercera ola, cuyas tesis pasaban por trasladar a hombres y mujeres el esquema marxista de la lucha de clases entre burgueses y proletarios. Basta con observar la actualidad para ver que esa guerra de sexos se ha convertido en doctrina oficial no sólo de la izquierda, sino también de una parte de la derecha y de muchas instituciones.

En los primeros años de la década de 1990, la extrema izquierda empezó también un acercamiento a movimientos indigenistas, ecologistas y LGTB, nuevamente buscando ajustar sus reivindicaciones a los esquemas marxistas clásicos. En los años siguientes empezaron a surgir teorías como la corrección política (que busca fomentar el victimismo entre determinados colectivos que la izquierda considera “oprimidos”, interpretando todo como una ofensa hacia ellos), el multiculturalismo (que considera que la cultura occidental no es mejor que las demás, y que incluso debe pedir perdón a las demás porque considera que las oprime) y la ideología de género (derivada del feminismo de tercera ola y que aboga por la abolición del sexo como categoría biológica).

Una estrategia que ha logrado someter a una parte de la derecha

Esas nuevas corrientes ideológicas se hicieron especialmente fuertes en universidades y medios de comunicación. Como consecuencia de ellas, el ámbito académico ha ido reduciendo los límites de la libertad de expresión hasta extremos impensables hace sólo diez años. En especial, los medios han adoptado un papel adoctrinador sin precedentes, en buena medida porque el periodismo es una profesión en la que la izquierda cuenta con una presencia abrumadora.

Así mismo, esas corrientes ideológicas se están imponiendo hoy en las escuelas y en las leyes, en gran medida por impulso de los partidos de izquierdas, pero también por la claudicación de la derecha acomplejada, que ha desertado de la batalla de las ideas por miedo a ser castigada con las palabras-policía acuñadas por la izquierda para imponer su ideología por la vía del amedrentamiento. Términos como “machista”, “homófobo”, “racista”, “xenófobo”, etc, se han convertido en las nuevas formas de señalamiento del discrepante de una izquierda que ya había intentado antes algo parecido como palabras como “fascista”, “burgués”, “contrarrevolucionario”, etc. El verdadero éxito del “marxismo cultural” ha sido someter a esa derecha acomplejada, aprovechándose de su cobardía y de su pereza intelectual.

La izquierda dice que el marxismo cultural no existe

Frente a las críticas al marxismo cultural, una de las respuestas más insólitas consiste en negar su existencia, decir que todo es fruto de las paranoias de una derecha que cree ver comunistas por todas partes. De igual forma, algunos dicen que la ideología de género tampoco existe, ni el multiculturalismo, ni la corrección política, porque sus formuladores no los llamaron así. Consideran, por tanto, que son patrañas que se inventa esa nueva derecha.

Si aceptamos ese argumento, entonces el nazismo tampoco existió, porque Hitler nunca lo llamó así (lo llamó “nacional-socialismo”, y en ningún texto oficial de ese movimiento totalitario se usaron expresiones como “nazi” o “nazismo”). De igual forma, tampoco podríamos llamar dictaduras a los regímenes comunistas que autodefinen como “democracias populares”, un cínico disfraz para algunas de las peores dictaduras que ha conocido la historia. Y ya puestos, tampoco podríamos llamar “terroristas” a los terroristas, ya que no se definen así.

Por otra parte, y como suele ocurrir con algunas agendas políticas, una de las claves del éxito de esa estrategia es que sea ignorada por la mayor parte de la gente. ¿Cómo reaccionarían muchos al enterarse de que están siendo tratados como cobayas por unos aficionados a la ingeniería social cuyos referentes son dictadores como Lenin, Fidel Castro y otros? En España tenemos en el gobierno a comunistas que engañaron a mucha gente diciendo que su modelo era Dinamarca, cuando en realidad sus referentes eran Cuba y Venezuela. Mucha gente picó y maldijo a los que alertábamos de que era la extrema izquierda de toda la vida. Incluso hubo liberales que negaron que esos comunistas fuesen comunistas. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Los motivos por los que cierta derecha también niega esa estrategia

Lo realmente fascinante es que una parte de la derecha también se ha sumado a esa negación de la existencia del marxismo cultural. Es decir, que no sólo se ha sometido a los dogmas de la izquierda, sino que además ayuda a enmascararlos para satisfacción de la izquierda. Asumir que te dejaste engañar es, para muchos, más doloroso que relajar la mente y seguir instalado en la mentira. Es así como muchos charlatanes han triunfado tantas veces en la política. Por eso y porque siempre es más fácil dejarse llevar por la corriente dominante (o lo que los medios nos presentan como tal) y recibir así la aprobación de los demás, en vez de tomarse el esfuerzo de ir contracorriente y discrepar, sobre todo cuando eso te convierte en blanco del odio de muchos intolerantes. Así es como la izquierda más fanática gana y nuestra democracia y nuestras libertades se degradan.


  • Artículo publicado en Outono el día 02/08/2022

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